¡Hola! En el post de hoy, os quería hablar de las rabietas en niños. Los que sois padres, sabéis muy bien de lo que se trata.
Pero quería explicaros algo más sobre ellas, qué son exactamente, a qué se deben, porqué surgen, a qué edad suelen manifestarse, cómo se manifiestan, cuándo se debe solicitar ayuda psicológica. Espero que os ayude a comprenderlas y plantearos las idea de si necesitáis consejo psicológico y así poder gestionarlas.
¿Qué son las rabietas?
Estas rabietas o berrinches son también llamadas conductas emocionales de tipo disruptivo, que se caracterizan por ser reacciones emocionales desproporcionadas ante cierta situación.
A nivel conductual se manifiestan con gritos, golpes, llantos, patadas, pegar, tirar y destruir objetos, que se desatan ante dicho evento y que provoca este estallido tan brusco y descontrolado. Tenemos que entender que detrás de toda conducta de un niño, hay un estado mental que se tiene que descubrir y en la mayor parte de las veces, ni el propio niño lo sabe. Muchos padres o cuidadores no saben cómo actuar ante estas rabietas.
Constituye la manera que el niño tiene de dar salida a sus sentimientos de frustración (objetiva o verbal) o rabia, son su reacción cuando no puede regular sus impulsos emocionales, a expresar de esa manera sus experiencias subjetivas y, por eso, en ocasiones, desemboca en una pérdida de autodominio.
Rabietas a diferentes edades
Las rabietas empiezan a ser frecuentes cuando los niños reclaman sus deseos o su independencia. No hacen caso a las normas impuestas por los adultos y, desembocan en enfados por no poder cumplir dichos deseos y los cuidadores no saben bien qué hacer ante las rabietas.
A estas edades tan tempranas, sólo un 45% de las veces los niños llegan a controlar sus emociones.
Dentro del desarrollo evolutivo de un niño, las rabietas infantiles forman parte de ese desarrollo. Suelen aparecer en torno a los dos años y aumentan en la medida que el niño amplía su territorio propio.
Se alargan hasta los 4 o 5 años, donde las reglas y los límites que son impuestos en la casa y por la sociedad, frustran la realidad inmediata del infante.
Los llantos y rabietas infantiles se pueden estructurar en relación a la edad del niño:
Rabietas en bebés
Rabietas en bebés de 1 año: A esta edad, lo que se pueda creer que tiene que ver con una rabieta, es más probable que sea una situación en el que el bebé de un año tenga una necesidad básica, como pueda ser hambre, sed o sueño y, los padres no pueden satisfacer en ese momento. Es aconsejable, antes que nada, solicitar consulta con su pediatra para descartar cualquier otro motivo que pueda afectar a la salud y esté oculto.
Rabietas en bebés entre 15 y 18 meses: Alrededor del año y acercándose a los 18 meses, es cuando suelen aparecer las pataletas o berrinches propiamente dichos. En esta etapa puede formar parte de lo normal dentro de su desarrollo, como ya he mencionado anteriormente. A esta edad aún no saben verbalizar correctamente lo que les pasa, lo que sienten o lo que necesitan y la mejor manera que han encontrado para expresarse es con las rabietas. Pero, como ya he comentado, hay que tener muy presente siempre, descartar cualquier otro problema con una visita a su pediatra.
Rabietas a los 2 años
A los 2 años, sigue estando dentro de la normalidad este tipo de comportamiento, siempre y cuando sean espaciadas en el tiempo y no provoquen demasiado conflicto familiar. Ya deberían empezar a saber lo que son los límites por parte de sus cuidadores y entender que hay unas normas sociales de convivencia. Uno de los motivos por los que surgen estos berrinches a los 2 años, es que experimentan con gran intensidad el proceso de su propia independencia; ya que es el momento de empezar a reafirmar su personalidad, Esto coincide cuando empiezan a decir «NO». Los límites de los padres son los que van a consolidar su conciencia y la noción del mundo externo, más allá de ellos.
Rabietas a los 3 años
A los 3 años la mayor parte de los niños ya están escolarizados y, es muy probable que las rabietas se extrapolen al ámbito escolar. Aunque hay casos en que los niños solo manifiestan las rabietas en el colegio, o solo en su casa o ambas. Dependiendo del lugar en el que se manifiesten, hay que tener en cuenta otros factores, sobre todo si se dan con más intensidad en el colegio. Allí es dónde empiezan ya a tenerse en cuenta factores sociales, hay que respetar al compañero, pedir las cosas por favor y dar las gracias. Y también surgen otras emociones y experiencias, como el compartir, la rivalidad o la competencia. Otro asunto a tener en cuenta es ver si coincide la escolarización con la llegada de un nuevo hermanito o hermanita a la casa, lo cuál puede incrementar las rabietas.
Rabietas en niños de 4 años
A los 4 años el niño ya es muy consciente de que hay un mundo externo, de que hay unas normas sociales y de convivencia que cumplir, de que hay que respetar al otro, ya sea compañer@, herman@, o cualquier persona de su entorno. A esta edad las rabietas o berrinches pueden continuar, pero normalmente la frecuencia e intensidad van disminuyendo y deberían ser muy ocasionalmente. Si no fuera así y los cuidadores a cargo de su educación no saben cómo controlarlas, ya sería aconsejable solicitar ayuda de un profesional para corregir esa conducta.
Rabietas en niños de 5 años
A los 5 años es muy infrecuente que el niño manifieste rabietas. A esta edad hay que tener en cuenta cuándo aparecieron por primera vez. Si lleva años con esta conducta, quiere decir que no se han tomado las medidas necesarias durante mucho tiempo y ahora costará más poder lidiar con ellas. No se ha tomado en cuanta el estado emocional del niño y este se ha ido empeorando. Seguramente hará falta ayuda psicológica, ya que puede convertirse en conductas disruptivas en las siguientes etapas de su vida y surjan problemas mayores. Si, por el contrario, es a los 5 años cuando han empezado a manifestarse, sería importante ver qué cambio importante ha surgido recientemente en la vida del niño y tratarlo. En ocasiones tiene que ver con separaciones, duelos u otros motivos importantes para él. Es aconsejable que elabore sus emociones y esos conflictos con un profesional de la salud mental.
¿Porqué surgen las Rabietas Infantiles?
Este comportamiento se manifiesta en todas las culturas, aunque esto no quiere decir que todos los niños lo presenten. Parece ser que no siempre se manifiestan por enfado o frustración como antes hemos comentado.
Se ha observado que suelen surgir más frecuentemente cuando los niños están cansados, estresados, ansiosos o hay un cambio en su rutina habitual.
Dentro del desarrollo del niño, estas rabietas solo cobrarían sentido como una forma que tendría el infante de integrar en su proceso madurativo: por un lado, la norma impuesta desde el exterior y por otro, la expresión de sus propias ideas, lo interno.
Los niños que presentan este tipo de comportamiento más frecuentemente, expresan un sentimiento de omnipotencia, pretendiendo mostrar a los adultos que pueden obtener sus demandas y concesiones y sus crisis reflejan la ambivalencia entre el amor y el odio a las figuras de autoridad que no le permite sus deseos.
Algunos estudios muestran la relación entre la regulación emocional en los niños y la calidad de su funcionamiento social en su vida cotidiana, resultando que el descontrol emocional afectaba de manera negativa al ajuste social, a la aceptación de los demás, a la atención y al desarrollo de tareas. Pueden también variar en duración, desde minutos a horas; y en intensidad, que puede ser desde una leve molestia al extremo de manifestar rabia y furia.
Hay que diferenciar también entre el sentimiento interno del enfado (experiencia interna) y entre el enfado como expresión externa (conducta disruptiva).
Relación entre Rabietas y Depresión
Es importante destacar que también hay estudios que relacionan este tipo de comportamientos con la depresión en los niños, una tendencia creciente en los últimos años. La depresión en los niños menores de 6 años se manifiesta con irritabilidad (rabietas, conductas destructivas), tristeza, juegan menos con los amigos, menos actividad física, problemas atencionales, autoagresiones, fatiga, preocupación por el castigo o fracaso. Es muy importante saber diferenciar y detectar qué estado emocional hay detrás de los berrinches de cada niño.
Factores involucrados en la aparición de los berrinches
La aparición de los trastornos de comportamiento se debe a una suma de factores temperamentales y genéticos, y variables socio-familiares y del entorno. Algunos estudios intentaron hallar marcadores neurobiológicos, que permitieran ayudar a diagnosticar este tipo de trastorno. En los que se investigaban factores bioquímicos y hormonales, neurofisiológicos y neurológicos. Finalmente, ninguno de ellos ha demostrado especificidad para el trastorno de conducta. Es más probable que entonces dependa de múltiples variables que interactúan entre sí. Las más importantes son:
- Sexo: los estudios indican una mayor frecuencia de este comportamiento en el sexo masculino. En los niños aparece a edades más tempranas y con síntomas más graves que en las niñas.
- Factores temperamentales: se ha asociado la presencia de trastorno de conducta con algunas variables del temperamento. Las diferencias individuales que se registran en el control de las emociones, tienen que ver con el estilo de personalidad y temperamento y se puede concluir que: “se nace con algunas características intrínsecas que facilitan o complican la utilización de control voluntario y la adaptación al medio familiar interpersonal” . Los padres, desde que el bebé nace, son conscientes de si les resultara fácil o no adaptarse al temperamento de su hijo y de ahí, surgirá que las expectativas y creencias de los padres con respecto a sus hijos resulte agradable o se convierta en una situación en la vida familiar muy costosa. Toda la familia sufre las dificultades de esta adaptación.
- Genética: no se ha identificado ningún gen concreto en este tipo de estudios realizado con gemelos monocigotos y dicigotos; por lo tanto, es probable que, aparezca más bien, por la interacción de muchos genes entre sí y de estos con los factores ambientales.
- Variables socio-familiares y estilos educativos: es importante la influencia etiopatogénica de la presencia de esta conducta en los padres, de una disciplina en el ámbito familiar dura o inconsistente, o haber padecido abuso sexual. También influyen los distintos estilos educativos de la familia. La infancia se puede considerar como un producto humano y un producto social. La familia, además de tener un papel fundamental en el crecimiento biológico del niño, ofrece el primer contexto de relación social en el que se forman los primeros vínculos emocionales con los otros, de gran trascendencia para el adecuado desarrollo del ser humano. El progreso emocional y psicosocial del niño va a depender de la calidad de esos primeros vínculos. La importancia de la educación es un determinante clave del comportamiento y mantenimiento de la conducta del niño. La familia es la encargada de transmitir al menor el conjunto de normas y valores sociales, a través de las actitudes y comportamientos de los padres.
Hay consenso en cuanto a la relación que existe entre los estilos educativos y los problemas de conducta infantil. Por ello, el concepto de “clima familiar” constituye uno de los factores que más influye sobre la dinámica familiar, cuyas dos de sus principales variables son la cohesión y la comunicación entre los miembros.
Por lo tanto, un ambiente familiar con una baja cohesión entre sus miembros, poca o mala comunicación, un alto nivel de conflicto y baja satisfacción marital está relacionado con una mayor probabilidad de aparición de trastornos de conducta en la infancia.
Las dificultades se incrementan cuando el ambiente familiar es caótico y los padres no promueven habilidades de autorregulación , autocontrol y pensamiento emocional en sus hijos.
¿Cuándo solicitar ayuda o consejo psicológico?
Con todo lo expuesto hasta ahora, si una conducta disruptiva, se extiende más allá de los 5 años, se recomienda solicitar ayuda profesional, principalmente si hay agresiones a sí mismo o a otros de su entorno, ya que si este tipo conducta no se modifica, se extendería a su adolescencia y podría persistir a lo largo de los ciclos de su vida, pudiéndose crear problemas conductuales y/o emocionales más severos.
El 70% de los niños que mostraban este comportamiento a los 3 años, en los años posteriores, si no habían recibido algún tipo de intervención, continuaban con el mismo tipo de conducta.
Este tipo de comportamiento suele ser un motivo de consulta psicológica muy frecuente por lo desesperante que estas situaciones resultan a los padres y maestros, ya que como he comentado, interfiere en el rendimiento escolar, en las relaciones familiares y en el grupo de iguales.
La detección e intervención precoz mejoran el pronóstico y la comorbilidad.